Si el otro día hablaba del mar hoy hablo de la montaña.
De su luz, sus flores y ese olor tan especial.
Desde la ciudad las montañas se ven grandes y inalcanzables.
Pero una vez arriba, es la ciudad la que parece pequeña y insignificante.
La altura nos hace ver en perspectiva.
Y es en esa relatividad que nos conecta con la naturaleza
Capaces de apreciar la belleza de las flores, el agua...
¿y por qué, no? También lo bonito de quien nos rodea.
Subamos, bajemos, veamos, sintamos.