Observar los animales en su estado natural y escuchar sobre
su forma de vida me ha hecho darme cuenta de que no somos tan diferentes.
Nacer, vivir en familia, encontrar tu rol a medida que creces, tener hijos, cuidar
de los tuyos y morir. Simple y realmente complejo al mismo tiempo.
Todo ello en una armonía de convivencia entre especies que
no necesita de gobiernos ni autoridades para funcionar a la perfección.
Llamar hermano a un amigo es algo común en Tanzania, un
detalle que acerca a las personas y
anticipa lo que allí se entiende por familia. Pocas de ellas tienen la
estructura común a la que estamos acostumbrados (padre, madre, hermanos). Allí
cuando alguien se casa por segunda vez, suele “abandonar”(o dejar a vivir con
sus abuelos) a los hijos de su anterior pareja por lo que es muy común ver a
abuelos haciéndose cargo de muchos de sus nietos, así como tíos o gente cercana
con quien no tienen por qué compartir sangre para ejercer como tutor de las
criaturas.
Una forma de entender la familia que también influye en ese sentimiento de
comunidad según el cual los niños se educan “entre todos”, haciendo más grande
el círculo al que nosotros denominaríamos “cercano”.
Es muy común escuchar un pole pole (poco a poco en suajili)
o hakuna shida (no hay problema) en los labios de un tanzano, y cierto es
también que en general en África todo parece ir más lento, ¿o es que nosotros
vamos demasiado rápido?
África es sin duda música, desde los auriculares con los que
tantos de ellos pasean horas, hasta los numerosos bailes en grupos de todas las
edades (niños,abuelos, jóvenes..). Los motivos son muchos para bailar y cantar
(religiosos, para que llueva, etc) y los
instrumentos tampoco escasos. Para las mujeres masai, por ejemplo, son los propios collares,
pendientes y demás abalorios lo que hacen de instrumento musical en sus danzas tradicionales.
Luego están los niños africanos, el futuro de este país.
Niños, que en muchos casos cuentan con menos recursos y oportunidades pero también niños independientes, espabilados y
sobretodo, felices.
Cada cultura tiene sus saludos, sus simbolismos...Su
lenguaje corporal. Un lenguaje que en África se caracteriza por la cercanía, los abrazos y
las grandes sonrisas, para quien conoces y para quien todavía no..
Un país lleno de lugares mágicos por donde pasear y
perderse, ver salir el sol, esconderse…Sentirse parte de la naturaleza.
Gente que nace y vive con esa preciosa naturaleza, entendiendo el significado
de la sombra, la importancia del atardecer y capaz de hacer maravillas con muy poco.
Minimalismo aplicado no sólo a sus instrumentos, ni a
la decoración de los hogares sino a la vida, a lo poco que uno necesita para
vivir y todo lo que creemos hacerlo.
Viajar forma parte también de ese minimalismo, es aprender a
hacer la mochila de la vida, aquello que realmente necesitas, mientras dejas tu
casa llena de todo aquello que creías necesitar.
También viajar es perder un poco todo aquello que damos por sentado,
es prescindir para valorar, muchas cosas tan simples como una carretera asfaltada o un cristal en la ventana.
Este es un invierno que se ha convertido en verano, con villancicos que se escuchaban desde la playa y sintiendo muy cerca a quien está lejos.
Un viaje interno y externo lleno de protagonistas que han dejando parte de sí en mi y su huella allí donde han pisado.
Completando diferentes fases de un mismo viaje lleno de pequeñas revoluciones, aprendizajes que te
van configurando como persona individual pero sobre todo como parte de un todo.
Un todo en el que, como los animales, convivimos diferente
especies con sus respectivas formas de vida. Pero ¿y si cambiemos el foco y
empecémonos a fijarnos en lo que nos une en vez de en lo que nos diferencia?
Namasté.