Namibia es sin duda un país para perderse y descubrir.
Lugares mágicos donde las montañas son de arena.
Y con quienes compartimos océano y bravo mar.
"Caminante no hay camino, se hace camino al andar" decía Machado y razón no le faltaba. Yo llegué a este país sin idea preconcebida y vuelvo enamorada de ese sol de su bandera.
Y de cada atardecer.
Por eso no me extraña que tantos (y tan diferentes) animales lo hayan elegido como hogar.
Para poner la guinda al pastel, cruce el país en autobús para ver con mis propios ojos y sentir la fuerza del río Zambezi, que igual que las cataratas Victoria, separa Zambia de Zimbabwe.
Dos países donde además del agua, hay una gran educación, seguridad y gente maravillosa.
Y así, entre el agua, el sol y toda la naturaleza africana digo "Hasta Siempre" a este apasionante continente que me ha cuidado, enseñado y sorprendido día sí y día también durante los estos últimos 4 meses.
Vuelvo a casa, pero como en cada viaje, dejo aquí parte de mi y me llevo parte de África para siempre. Con la mochila cargada de momentos, personas y lecciones, sólo puedo decir ASANTE SANA MAMA ÁFRICA.