domingo, 9 de octubre de 2022

Luz

 Muchos se refieren a los bebés como "seres de luz".

Personas pequeñitas que nos irradian (y cambian) con la más simple de las muecas.



Llegan al mundo con una luz cálida, como la de la hoguera/ forillo, esa que te acerca naturalmente al de al lado y te hace sentir en casa. Entendiendo casa no como un lugar físico, sino como el entorno en el que cada cual somos en esencia.



Los bebés "arcoíris" se transforman poco a poco en niños de diferentes colores (o así tendemos a clasificar), a medida que descubren y crean su propia personalidad. Algunos más verdes y pacíficos, otros rojos y decididos… Y así un infinito Pantone de opciones más.


Crecemos, cambiamos y los colores que destacan en nuestros "arcoíris" lo hacen con nosotros. Épocas más amarillas, otras más azules… A veces decimos estar incluso "un poco grises", pero tampoco entonces los colores dejan de estar (aunque nos cueste más verlos), sobre todo si se trata de los nuestros propios y no de los colores de los demás.



Como las lámparas/ ventanas, también hay momentos en los que "irradiamos" con mayor intensidad (o dejamos que salga más luz hacia fuera), iluminando o proyectando nuestra luz, también en quienes nos acompañan. Una proyección hacia fuera que solo dura si realmente nos quedamos una parte para nosotros mismos.



Dicho esto, y teniendo en cuenta el momento en que vivimos (precio de la electricidad, saturación de luz virtual...), tal vez sea un buen momento para valorar todos los diferentes colores que nos definen, y por supuesto elegir bien con qué bombilla andante caminar.