A la vuelta de Taillín, una cuidad que realmente merece ser vista, nos hemos dado cuenta de algo. Bajando del barco, hemos sido testigos de cómo nuestro alrededor nos miraba cual alienigena cuando ayudábamos a un hombre de edad avanzada completamente ebrio a caminar ya que ni se tenía en pie.
Ni siquiera a los policías parecía preocuparle en absoluto su estado. Tras este hombre, han pasado varios más en un estado muy parecido. Tristemente y pese a su educada cultura y gran organización hemos sido testigos de cómo los finlandeses llevan vendas en los ojos a la hora de ayudar al prójimo. Rutina, nos decía al principio la taxista. Pero la conversación ha continuado con hasta concluir en que realmente era un problema, "aquí nadie se preocupaba de los problemas de los demás, incluso en quien se mete en una pelea para ayudar acaba siendo humillado por los policías".
Como todo, tendrá su porqué y para ello me falta saber más sobre su historia y todo lo que les rodea pero independientemente de ello, quitémos las vendas que la sociedad o nosotros mismos nos ponemos y dejemos de ver sólo aquello que queremos ver.