sábado, 18 de marzo de 2023

Gracias amoñi

 Los árboles genealógicos representan nuestras raíces, esas que nos "dan el apellido" y una buena parte de quienes somos.

Los árboles, a diferencia de las plantas, captan el agua y nutrientes necesarios a través de sus raíces. De ahí la importancia de elegir bien donde se plantan. En el caso de las familias, no lo elegimos, pasamos a ser ramas, hojas o flores del árbol en el que "nos ha tocado vivir".

Además de la conexión con la tierra, para que una familia/ árbol se mantenga firme en el tiempo y el agua llegue a sus ramas, hojas y plantas, se necesita un tronco fuerte.

Nosotros tuvimos la suerte de nacer en un árbol plantado en Donosti (donde nunca faltó agua) y ser "sujetados" por un tronco muy firme llamado Josepi (de la mano de su inseparable Juantxo, por supuesto).

Un tronco/ pilar que se ha ocupado siempre de mantener nuestras ramas entrelazas y ha regado día a día con mucho amor (y otros tantos alimentos) el árbol que visualiza nuestra unidad.

Ella, cuidadora por naturaleza, ha sido siempre como los búhos que coleccionaba en su mesilla (y adornan desde hace muchos años la mia). Ese ave que vela por nosotros, y lo hace con los ojos bien abiertos para que no nos falte de nada.


En su nido siempre abierto y fuera de él, hemos coleccionando millones de recuerdos en forma de comidas, paseos, viajes y horas en la playa.

Lo difícil, como tantas veces nos has cantado con "txoria txori", es dejar que vueles como pájaro y no cortarte las alas, porque entonces dejarías de ser el pájaro al que tanto queremos.

Hace unas semanas que "volaste para siempre", pero aún no he aceptado que te hayas ido, ¿cómo puede alguien irse si está tan dentro de ti? En tus gestos, rutinas… en quien eres.

Cuando quiero verte, en cambio, cierro los ojos y te veo cantando, bailando, cocinando, riendo… Llena de vitalidad, un torbellino de energía a quien no le paró ni romperse la cadera.

El Alzheimer, en cambio, si se llevó poquito a poco durante los últimos 9 años algunas de las cosas que tanto te caracterizaban, pero siempre quedó la esencia. Esa misma que nos daba la bienvenida sonriente, ponía alguna que otra cara al contar historias y siempre nos acompañaba hasta la puerta para exprimir cada oportunidad de estar juntos.

Durante este tiempo, tus hijos han ido cogiendo espacio en nuestro tronco y somos nosotros quienes nos encargamos de mantener las ramas entrelazadas para que esta unidad que con tanto esfuerzo y cariño habeis construido siga firme siempre. Un árbol del que, como ha hecho Chloe, crecerán nuevas flores "Barandi Bengoetxea" y te llevarán a ti dentro, amoñi.

Acabo con las palabras de Iker, inspiración para todas las de arriba:

"Amonak ereindako hazietatik sortu gara, eta orain, lore eder hauek loratu ondoren, lasai joan da Joxepi. Baina lore hauek begiratzen ditugun bakoitzean, amonaren hazia ikus dezakegu, lorea ez bait da ulertzen hazia gabe. Gure familia ez bait da ulertzen amona gabe.

Mila esker eraiki duzunagatik, Amona."

Maite zaitugu.

domingo, 5 de marzo de 2023

Una ventana al mundo

Vivimos rodeados de ventanas por las cuales miramos sin observar, en casa, en los escaparates… Mirando la "misma" estampa una y otra vez sin llegar a ver lo que hay detrás.

Sin embargo, cuando nos transportamos, sea en el medio que sea, las ventanas se convierten en nuestra conexión con el exterior.


Viajar nos "abre" los ojos, invitándonos a observar desde la curiosidad.


Como si por un tiempo volviéramos a ser aquel niño para quien todo es sinónimo de "sorpresa" (y en nuestros tiempos, de "click").

Si a la longitud del viaje, le añadimos la altura (avión), todo se vuelve más pequeño, también nuestros problemas. Y es que desde las nubes, la perspectiva cambia y el "modo avión" deja de estar en el móvil para estar dentro de nosotros mismos.

Viajar es abrir la ventana al mundo, es explorar y limpiar nuestros cristales conociendo otras realidades.

Si bien es cierto, que cuanto más viajamos (ya sea a través de lugares o personas), más somos conscientes de que por muchos kilómetros que nos separen y mucho difieran nuestras historias, no es tan diferente aquello que buscamos:

Un lugar en el que sentirnos "a salvo",

un "colchón" en el que dormir,

comida para alimentarnos,

y personas con quienes compartirlo.

Viajar también afecta a nuestros relojes. No solo por la zona horaria, sino porque cada lugar/ persona tiene sus tiempos y muchos de ellos nos obligan a "parar" esa insostenible velocidad a la que tantos vivimos.


Eso sí, si los lugares que visitamos no consiguen bajar nuestra velocidad (o nosotros decidimos mantenernos a ese ritmo para "llegar a todo"), el mar siempre se encarga de hacernos parar.


Al son de sus olas y su brisa, los corazones van más lento y nuestra respiración más pausada.

Llegamos a los viajes con la mochila llena de ropa que no llegamos a usar y preocupaciones, y volvemos más livianos y llenos de memorias/ "souvenirs" como representación de aquellos que han viajado "con" nosotros y a quienes volvemos a ver con las lentes más limpias y al alma más llena.

--

Abrir la ventana para observar.


Observar para entender.


Entender para valorar.

Valorar para agradecer.