Tras casi un mes en nuestras casas, estas han pasado de ser el "refugio" al que regresar para convertirse en nuestra realidad. Una realidad compuesta por espacios que considerábamos inmutables y ahora, en cambio, constituyen un concepto efímero (comedores-oficina, salones-gimnasio...), transformando así lo que entendemos por "hogar" y todo lo que este tiene para ofrecernos.
Una ventana se convierte en "balcón", siendo proveedor de Vitamina D y aire puro (sí, puro, porque el aire de Madrid ahora lo es).
Un "balcón" que es a su vez red social no virtual en la que conectar con los vecinos (antes desconocidos) y aplaudir cada día a las 20.00h. Una rutina compartida que nos saca a los balcones para que no pase un día en el que no recordemos ni agradezcamos la admirable labor de todos los superhéroes (de entre los cuales, se encuentran amigos y familia).
A la cita de las 20h, se suman otras tantas nuevas rutinas que han ocupado nuestras agendas: tele-trabajar, acudir a las clases de deporte en streaming, quedadas virtuales... Y un sin fin de actividades que nos ofrecen esta caja cuadrada y el rectángulo que nos conecta con los nuestros.
Una conexión que nos hace sentir muy cerca a quienes tenemos lejos.
Las sonoras calles han dado paso a un gran silencio, que hace que oigamos más alto que nunca nuestro "ruido" interno. Una falta de ruido externo, que a su vez, nos permite escuchar con facilidad algo tan simple y bonito como el cantar de los pájaros (ventajas de vivir tan cerca del cielo).
A los pájaros, se suman las plantas que inundan los hogares y nos recuerdan, que aunque a veces cueste diferenciar en que día vivimos, tanto ellas como nosotros crecemos cada día.
Porque si algo nos vamos a llevar de todo esto es una gran lección vital y un buen cumulo de experiencias que se quedarán con nosotros y con quienes nos acompañan para siempre.
Compañeros de piso, amigos, novios, maridos/mujeres, hermanos... Personas con las que compartimos espacio, recetas, consejos y sobretodo energía. Una cantidad de energía "constante" que compone nuestro hogar en la que cuando la energía de alguna de las partes baja, la otra sube para encontrar el equilibrio.
Una energía que recargamos con todas esas tareas que ahora llenan nuestros días y alimentan nuestras almas. Tareas, que curiosamente, llevaban tiempo como "pendientes" pero para las cuales nunca "tuvimos tiempo" o mejor dicho, nunca priorizamos en el tiempo.
Un tiempo, que es hoy más que nunca incierto, "¿cuándo volveremos a la "normalidad"?" No lo sabemos, pero si algo tengo claro es que, como decía Neruda:
"Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".
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